Del «Lucus» a la Compostela medieval

Desde el descubrimiento del cuerpo del apóstol Santiago allá por el año 830, la ciudad de Santiago experimentó a lo largo de los siglos cambios tanto políticos como económicos, sociales, arquitectónicos, urbanísticos y religiosos que el ciudadano actual debe entender para poder comprender muchas situaciones actuales.

El lucus (830-1075)

A principios del siglo IX se descubren los restos de los cuerpos del apóstol Santiago y de sus dos discípulos, Teodoro y Atanasio, en un recóndito lugar llamado Libredón. Estos restos, autentificados por el obispo de Iria Flavia, Teodomiro –cuya lauda sepulcral se conserva en la catedral– estaban enterrados en una antigua necrópolis que pasará a ser el punto sobre el que pivotará la historia de la ciudad. Tras este hallazgo se delimita un espacio de 3 hectáreas de forma ovalada, conocido como Locus Sanctus. Un terreno amurallado por una débil empalizada que protege el incipiente núcleo urbano en el que se levantan los primeros edificios.

Este primer recinto estaba rodeado por una débil y frágil empalizada que será mejorada por el obispo Sisnando II al levantar una muralla más sólida y mejor construida.

Recinto amurallado de Sisnando II. Dibujo de José Luis Serrano
Recintos amurallados de Sisnando II y Cresconio. Ilustración de José Luis Serrano

En los primeros barrios se construyen nuevas iglesias y se trazan lo que serán las futuras arterias de la ciudad. Se yerguen construcciones como la Iglesia de San Miguel de Cisterna –hoy dos Agros–, la de San Benito del Campo, San Martín Pinario que van conformando la trama medieval al trazar algunas de las calles y espacios públicos que hasta hoy perduran y que son el embrión del urbanismo compostelano.

Para defenderse de los ataques externos (Almanzor, 997) y aprovechando el trazado de la empalizada y foso de Sisnando, otro obispo, Cresconio (1037-1068) levanta una gran muralla. Esta construcción era un cinturón defensivo sólido, de piedra, con torres, un foso y siete puertas que cita ya el Códice Calixtino, que veremos detalladamente más adelante, cuyos nombres todavía hoy se recuerdan en alguna nomenclatura de la calles. Este nuevo cerco, de forma arriñonada, con una longitud de casi dos kilómetros, encierra en su interior un área urbana intramuros de casi treinta hectáreas de superficie, que actualmente se puede distinguir y conforma el centro histórico de la ciudad.

La ciudad medieval

En el año 1075 se inicia la construcción de la catedral de Santiago que será el eje sobre el que gravitará durante siglos la historia de Santiago. Fue bajo el mandato del obispo Diego Peláez cuando se inician las obras, que empiezan con problemas, pues la construcción catedralicia ocupaba los terrenos de la Corticela −propiedad de los monjes de Pinario− y del monasterio de Antealtares.

Construcción de la Catedral con la Basílica de Alfonso III. Dibujo de José Luis Serrano
Construcción de la Catedral con la Basílica de Alfonso III. Ilustración de José Luis Serrano

En el año 1095 se traslada la sede episcopal de Iria a Compostela.

Las obras de la catedral van a un buen ritmo que se mantendrá con el ascenso a arzobispo de Diego Gelmírez (1100-1140), que pasará a la historia con el sobrenombre de “obispo constructor”. A este arzobispo se debe la apertura de nuevas calles como la rúa Nova, la edificación de nuevas iglesias como Santa María de Sar, Santa María Salomé, San Fiz de Solovio y la canalización de agua desde las afueras.

En 1168 el Maestro Mateo se  hace cargo de las obras de la catedral, rematando el Pórtico de la Gloria en el año 1188. La catedral románica totalmente terminada se consagra en 1211.

El cabildo compostelano era, con gran diferencia el mayor propietario de suelo urbano.

Las imágenes a continuación muestran dos maquetas del Santiago del Siglo XIII.

Durante el siglo XIV debido a la inestabilidad política reinante, se protege la catedral con una serie de torres y murallas. Otro arzobispo, el francés Berenguel de Landoira levantó dos imponentes torres frente a la basílica para defenderla.


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